Reconozco que tengo su obra, en concreto su libro, pero no es culpa mía, fue mi padre el que lo compró. Insistió en que lo leyera y, cómo no, no rechacé la propuesta. Fue tentador. Al principio me sorprendió la carátula. Un diseño espeluznantemente currado (cosa que me pareció raro), tras pasar las páginas entendí que no sólo la carátula, sino que cada hoja estaba hecha con tanto esmero que me daba náuseas sostener el libro. (Olía a pseudociencia a quilómetros)
El libro se lee rápido, es fácil de entender y tiene una clara intención de llegar al público más crédulo e ignorante. Pues bien, todo iba bien hasta que leí lo siguiente:
¡El Secreto es la ley de la atracción! Todo lo que llega a tu vida es porque tú lo has atraído, Y lo has atraído por las imágenes que tienes en tu mente. Es lo que piensas. Todo lo que pienses lo atraes. Esa fugaz revelación me llegó a través de un libro centenario que me regaló mi hija Hayley.[...] No podía creer que tanta gente lo conociera [...] Eran algunos de los personajes más grandes de la humanidad: Platón, Shakespeare, Newton, Victor Hugo, Beethoven, Lincoln, Emerson, Edison, Einstein.
En estos instantes intenté mantener la calma y controlar mis ganas de reír por no ofender a mi padre. Reconocía esas técnicas sucias para darle rigor al texto, como añadir nombres de personajes importantes de la humanidad, o añadir que la información o el conocimiento se obtuvo o ya se poseía desde tiempos inmemoriales, hace siglos, incluso milenios. Pero tras leer un poco más, me encontré con algo que parecía desafiar toda lógica, era como un puñetazo en la entrepierna para todo físico:
El sorprendente trabajo y los descubrimientos de los físicos cuánticos en los últimos ocho años nos han proporcionado un mayor conocimiento del insondable poder que tiene la mente humana para crear.
Basta con fijarse un poco para darse cuenta de que la física cuántica no está relacionada con la mente. Es más, es imposible aplicar la física cuántica a situaciones cotidianas, ya que es necesario aislar los átomos y las partículas para poder apreciar esos efectos tan extraños de indeterminación que prometen las teorías cuánticas. Y claro, si aisláramos los átomos de nuestro cerebro, además de morir en el acto, no podríamos volver a recomponerlo.
Es impresionante el descaro con el que se hace uso de conceptos que no se entienden, o no se quieren entender, sólo por adornar un poco con palabras como "quantum" (cuántico), holograma, magnético, frecuencia, electrolitos, o energía, que suenan muy bien y le dan el rigor que le falta a un artículo pseudocientífico. Y ya que estamos, se cita a grandes genios como Einstein, Pitágoras, Aristóteles, Newton, Shakespeare... que en ocasiones no tienen nada que ver, sólo para intentar darle un toque de autoridad al producto. De todas formas, no importa las opiniones de Einstein o de Pitágoras, lo que importa son los hechos y mientras no se demuestre la «ley de la atracción» lo menos que se puede hacer es dejar de vender esos productos.
Según mi opinión, no hace falta inventarse toda una ley para entender que cuando uno está dispuesto a conseguir un objetivo, aunque sea de forma inconsciente, realiza su actividad diaria de forma que la orienta hacia ese objetivo y es muy probable que lo consiga. (Me siento como Stephen Hawking demostrando que no hace falta apelar a Dios para entender el Universo) Supongo que nuestra protagonista, Rhonda, ya lo sabe, y lo único que ha hecho es lucrarse.
Un argumento a favor de la ley de la atracción es que el cerebro emite ondas a una cierta frecuencia y por tanto estas ondas se pueden usar para atraer sucesos. En parte esto es correcto, las neuronas a causa de las señales eléctricas crean un campo magnético alrededor del cerebro, pero es tan débil que ni si quiera consigue pornernos los pelos del cabello de punta. Lo de atraer sucesos ya ni hablar...
En fin, no hay motivo para seguir: podría, perfectamente, seguir citando textos y textos, cada uno más alocado que el anterior, pero basta con atacar la débil raíz de esta pseudociencia como para hacer tambalear sus pilares. El resto se lo dejo a ustedes.
Por último, añadiría que el libro se vuelve harto repetitivo. Hasta el documental se puede volver repetitivo, a pesar de tener animaciones y numerosas "celebridades" de la metafísica y la filosofía vomitando comentarios sobre la ley de la atracción, incluso podría llegar a parecer un lavado de cerebro. Quizá por eso tenga tanto éxito...
Nota: En ninguna hoja del libro se da una demostración clara, concisa y científicamente testada de que lo prometido por El Secreto es verdad. Por tanto, eso es un punto en contra que reafirma su condición de pseudociencia.